14 oct 2008

Sexo y religión en los dedos de Dios

¿Por dónde comenzar? Ah, si... claro: Steve Vai. Considerado por muchos como el mejor guitarrista en la historia del rock (vivo o muerto), siempre dividió las aguas entre quienes se enfocan en su capacidad como instrumentista y los que le señalan cierta incapacidad a la hora de componer canciones. Lo cierto es que nada menos que Frank Zappa lo reclutó (con sólo 17 años) para hacerse cargo de las líneas escritas en sus composiciones; esto es, las cosas que un genio puede crear pero no ejecutar. Desde ése punto de vista, Steve Vai es física y mentalmente el instrumentista más capaz que ha existido. Y a menudo, uno de los más aburridos.

Pero como el que sabe, sabe (y el que no, opina) siempre supera cualquier juicio que se le haya hecho a su talento, tarde o temprano crea obras como "Sex & Religion". Si antes nos gustaban sus solos, pero pedíamos después de un rato un "basta por favor", ahora esperamos que llegue ese momento, que se transforma en único.

Compuesto en plena época Grunge, el disco es exactamente todo lo contario. No, no es glam. Ni soft metal, ni hair metal, ni pop metal. Es un disco que recupera el espíritu de Van Halen (la otra gran influencia de Vai, mal que le pese a su maestro Satriani) y se centra en canciones pegadizas, con gran presencia de los teclados. Pero a Vai, si bien lo amamantó Van Halen, lo parió Zappa, y el disco tiene esa cuota freak y desestructurada dignas del bigotón. De hecho, el baterista es el excelentriquísimo Terry Bozzio. Y el bajista, T.M. Stevens (Madonna, Joe Cocker) le aporta una sofisticación que difícilmente se pueda encontrar en las bandas de hard rock de los '80, sobre todo porque pertence a esa generación de músicos funk contemporáneos a Flea, Bill Gould, Les Claypool o Muzz Skilings.

Pero lo que convierte a "Sex & Religion" en una genialidad es, sin duda, la presencia en el canto del (hasta ese entonces guitarrista) Devin Townsend. Con un estilo vocal que sólo puede emparentarse al de Mike Patton o Serj Tankian, pero que supera (y acá me la juego) a cualquier cantante de rock conocido hasta ahora, Townsend resume los estilos, calidad, versatilidad y coraje musical de todo el disco.

Para bajarse el disco
http://www.megaupload.com/es/?d=DPLVLOJW

6 oct 2008

Con la espada, con la pluma y la palabra.


Setecientos años de feudalismo en Japón hicieron posible el surgimiento, apogeo y caída (aunque no muerte) de un tipo de hombre único: el Samurai.

A sí mismos llamados Bushi ("El noble que porta armas"), su conducta era regida por un código no escrito, el Bushido, cuyos preceptos beben tanto del sintoísmo como del budismo. De la primera fuente tomaron la noción del guerrero leal y servil (ese es el significado de Samurai) a toda figura que represente la tradición del Japón, considerado la "morada de los dioses". De la segunda, la compostura estoica frente al peligro, consecuencia de la contemplación: el esfuerzo del pensamiento de elevarse por sobre todos los fenómenos, para superar la mera expresión verbal y fundirse en el absoluto.

Inazo Nitobe, cuya efigie aparecía en los anteriores billetes de 5.000 yenes, fue un diplomático japonés, cristiano, quien recopiló y escribió en inglés ese código. Lo hizo para explicar cómo se impartía en su país la educación moral. Siete son las virtudes que promulga el bushido:

Rectitud: Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Sólo existe lo correcto y lo incorrecto.

Coraje: Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Sólo así se vive plenamente.

Benevolencia: El samurái tiene compasión. Ayuda a su prójimo en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.

Respeto: Los samuráis no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no se es mejor que los animales.

Honestidad: Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. No ha de "dar su palabra", no ha de "prometer", el simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción.

Honor: El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones tomadas y cómo son llevadas a cabo reflejan quién es verdadero ser de sus ejecutores. Nadie puede ocultarse de sí mismo.

Lealtad: Haber hecho o dicho "algo" significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas: puedes seguirlas donde quiera que él vaya.

En pleno apogeo de ésta clase guerrera, hay ejemplos vivos del cumplimiento de éste código: la patética historia de los 47 leales y la vida y obra de Musashi Miyamoto.

Los 47 leales fueron samurai que, tras una traición, se convirtieron en ronin (guerreros sin amo). Viviendo en plenitud con el bushido, se dispersaron y fingieron durante años ser pordioseros. Llegado el momento, se reunieron y asaltaron un castillo para llevar a cabo el desagravio: matar al Shogun (lider del clan) que había asesinado a su amo. Una vez cumplida la tarea, cometieron seppuku (suicidio ritual) porque ya no podían ser, su amo había muerto y ellos no tenían sentido en el plano terrenal.

Musashi Miyamoto fue un ronin por elección, quien dedicó su vida a perfeccionar el arte del esgrima. Su legado más importante fue haber escrito "El libro de los cinco anillos", un tratado de táctica y estrategia dedicado a su discípulo, que cristaliza de manera concreta el código no escrito de la conducta bushi.

Para aquellos hombres, la espada era su alma, la poesía la expresión de su espíritu guerrero, la palabra - siempre veraz- su honor y el saber y el obrar la misma cosa.


Bibliografía:

Inazo Nitobe, "BUSHIDO, PRECEPTOS DE HONOR DE LOS SAMURAIS", Editorial Quadratta, 2005.

Musashi Miyamoto, "EL LIBRO DE LOS 5 ANILLOS", Editorial Distal, 2003.

Borges, Jorge Luis, "EL INCIVIL MAESTRO DE CEREMONIAS KOTSUKÉ NO SUKE", en "Historia Universal de la Infamia", Editorial Alianza, 1998

3 oct 2008

Héchale la culpa a Bob (Rock).


"Si 20 años después te vuelvo a encontrar en algún lugar, no te olvides que soy distinto de aquél pero casi igual".
Increíblemente, esta letra del insoportable de Calamaro resultó ser acertada para Metallica y sus novios de hace 20 años: sus seguidores. "Death Magnetic" no es otra cosa que el disco que, por lógica, tendría que haber salido después de "...And Justice for All". Lejos estoy de criticar la decisión de los últimos 17 años. Más bien intento comprender como una banda puede volver al punto exacto de hace 2 décadas (sin eufemismos, lo juro) como si el éxito radial, la catarata de videoclips, los pasos creativos en falso, Napster, los desplantes a su público y las peleas intestinas nunca hubiesen pasado. Tengo una teoría: un O.V.N.I. vino, se los llevó, y recién el año pasado los devolvieron. Los temas no sólo son como los de esa época. El disco (aunque con más calidad) suena con el espíritu del E.P. "Garage Days Re-Revisited". No voy a explicar más. Les dejo el link para que lo bajen. Aunque, honestamente, merece un gasto de $35. Como en la época en la cual no existía MP3. Hace 20 años.

http://www.taringa.net/posts/musica/1569861/Metallica---Death-Magnetic-(2008).html